UN AMOR DE POR VIDA
«Dios como suegro»:
Literalmente, parece una
advertencia y, francamente, en ese momento necesitaba una. Me casé joven y,
durante un intenso tiempo de oración, sentí que Dios me decía directamente que
Lisa no era solo mi esposa, sino también su hija, así que debía tratarla de
manera acorde.
Fue un momento de revelación para
mí; la fuerza de esta nueva percepción creció una vez que tuvimos hijos. Si
quieres caerme bien, solo tienes que portarte bien con alguno de mis hijos.
Por el contrario, si quieres que
me enfade de verdad, métete con ellos y sé malo con ellos: se me subirá la
presión con solo oír tu nombre, porque antes que te metas con uno de mis hijos,
prefiero que te metas conmigo.
Así que cuando me di cuenta de
que me había casado con una hija de
Dios (y de que nuestras esposas, están casadas con hijos de Dios), cambió mi forma de ver el matrimonio. Lo que Dios siente por mi mujer
(su hija) es algo más santo y apasionado de lo que yo puedo sentir por mis
propias hijas. De repente mi matrimonio dejó de estar centrado en mí y en otra persona; se convirtió sobre todo en una
relación en la que tenía intereses un apasionado tercer elemento. Me di cuenta
de que una de las primeras formas de alabanza durante el resto de mi vida será darle honra a Dios cuidando de
una mujer que en su mente divina siempre será «su pequeña».
A menudo escuchamos cómo los sacerdotes hablan sobre la paternidad de
Dios, una doctrina verdadera y maravillosa, pero si deseas que tu matrimonio
cambie, extiende esta analogía y dedica
tiempo a meditar sobre Dios como si fuera tu suegro, ¡porque eso es lo que Él es
cuando te casas con un creyente!
* ¿Has pensado alguna vez en tu
cónyuge como hijo o hija de Dios? ¿Cómo cambia esto tu relación (tanto actos
como actitudes) con él o ella?
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